No me importa el amor. No me importa si realmente sientes algo especial hacia mí, porque lo que yo siento hacia ti, si bien es algo especial, no lo podría llamar amor. Pero ahora estoy urgido de ti, te necesito, y te amo por eso. Eres mi necesidad, mi respirar, mi aire, mi cielo, mi sol, sin ti no soy nada, porque sin ti, me siento nada. Nadie me valora como tu, nadie me hace sentir tan bien como tu, contigo, me siento Dios, y tu serás mi mártir. Tu darás todo de ti para que yo me sienta, una vez mas, dios. Te amo, o algo parecido, porque nadie me ha tratado como tu, nadie me ha dicho lo que tú me has dicho. Me haces sentir especial, y no cualquier cosa, o sin llegar a eso, “Un buen amigo”. Yo no quiero ser el buen amigo de nadie. Yo necesito, y reclamo, el ser alguien especial, e irremplazable para otra persona, que no sea un familiar cercano. Y tu serás ese ser.
Mis pensamientos inconscientes. No me interesaba lo que pensara la otra persona, no me interesaba ni lo que ella sentía, ni lo que yo sentía, pero aun así, ¿Por qué no experimentar por primera vez para ambos el estar en una relación de pareja? ¿Porque no, a pesar de la poca vinculación emocional decisiva en estos casos, lo intentamos, a ver que sale? ¿Por qué no?
Bueno. Y llego la noche, salpicada de estrellas, con una que otra nube ocasional, y con una hermosa luna de cuarto menguante, en resumen, una noche perfecta. Siempre según mis propios términos. Ya casi es hora. Son cerca de las 7, y ya estoy dentro de la cabina, ingresando al Messenger. No hay rastros de ella, pero si está en línea su amiga Maria Jimena. Si. Vaya nombre. En fin. Jime me presentó a Lucía en una graduación, de unos compañeros de estudios. Además, Jimena siempre has sido una persona centrada e inteligente. Así que, al ser mi amiga, y de ella también, puedo contar con ella, y me puede dar una opinión razonable sobre lo que estaba a punto de hacer.
Jime, mira, Lucía me ha dicho esto…- Le conté el episodio de la última charla por Internet. También le narré mis planes de querer estar con ella. - ¿Qué hago? –Le dije- ¿Cómo lo hago? Me propuso que la fuera a recoger del cole un día, que de ahí me la llevara al Artika abajo, Y que ahí, como quien no quiere la cosa, le propusiera que estemos. Lo mas probable seria que me dijera que si.
Bueno, una vez asesorado convenientemente por la mejor amiga del objetivo, el siguiente paso: Hablar con ella. Será simple. Espero. De nuevo, me equivoque. Quise iniciar la conversación hablando de lo que sea, le dije que la quería ver, que la quería recoger del colegio. Fallé. Me dijo que para ella era muy rocoso que alguien la fuera a recoger. Opté por otra hora, y quedamos el viernes en la tarde. Dado que por esos días mi economía atravesaba duros días, deseché la alternativa de ir al Artika. Además, odiaba –Y odio- Los locales con mucha gente. Así que mi segunda opción fue el parque. Solos, sin mucha luz ni mucha gente, era perfecto para lo que quería conseguir. Así que, se lo propuse. Y tuve éxito, quedamos para el viernes, unos cuatro días después, en el parque de León XIII, a las 6 de la tarde. El problema surgió después, en esos mismos momentos, porque, aunque parezca increíble, empezamos a pelear.
Pelea. Si. Pelea. Toda pelea se compone de un motivo, ya sea causa o pretexto, argumentos para defender una u otra posición, y, invariablemente, dos o mas necios. Discusiones sin sentido, como la nuestra, que comenzó porque yo, queriendo cambiar el tema, y para desestresarme, le pregunté sobre su futuro. (Cierta lectora que me conoce se hallará quizá identificada, y no es para menos, es uno de mis temas favoritos, más aun en ese tiempo). Pero aquí, en esta ocasión, mi amiga estaba perdida sin saber para que estaba en este mundo, y mucho menos para que era buena. ¿Y quien no? A esa edad usualmente el común de la gente no sabe para que puede rendir, y no afronta tampoco a la realidad de que esa decisión puede acarrear muchas consecuencias, nunca, menos a esa edad, antes imaginadas.
Pero yo, ser iluminado y autosuficiente, eso también ya lo tenia bien planificado y bien resuelto para ese entonces, incluso para antes de salir del colegio, yo ya sabia lo que quería.
Y como ella no lo sabia, y se sentía insegura de para que estaba aquí, yo me puse a decirle que todos tenemos un propósito, que estamos aquí por algo, y que para algo fuimos creados, en fin.
Pero ella me respondió de manera poco amable: ¡Ay no, no un discurso!
Eso me dolió. Eso fue contrario a cualquier reacción posible. Yo no podía estar con una persona que odiara esto de mí, ya que eso era algo metido en el fondo de mi personalidad, y al negar eso, me estaba rechazando a mi mismo.
Lleno de dolor, herido de muerte, quebrantado como un toro de lidia al que ya le dieron la estocada final, tambaleante, mareado y confundido, cual luchador al final de un combate mortal, se me olvido por completo la sutileza, y el tino aconsejado por mis amigos. –Hay una norma establecida, pero tácita en las relaciones de enamorados, esta es: Nunca, pero NUNCA, te mandes por Internet.- Había llegado pensando en eso, y en evadir el hacerlo por ese medio, llamado muchas veces por Silvia, mi hermana “impersonal”, y por mi, hasta usualmente poco serio, pero, al fin y al cabo, estaba herido, y le solté todo.
Le dije mis intenciones y lo que pensaba hacer, y le mostré que me sentía herido. Luego, llegué al punto de preguntarme que hacer, pero al final convenimos en que ella lo iba a pensar. La había agarrado por sorpresa. La había estado paseando desde tiempo antes con preguntas como: ¿Lucía, yo te gustaba cuando nos conocimos, cierto?-Si… ¿Y si cuando nos conocimos, yo te hubiera dicho para estar que habrías respondido? -Supongo que te habría dicho que si… A ya. Pero ella no se suponía que yo le haría la pregunta crucial: Entonces, ¿quieres estar conmigo ahora?
Fría. Frío boreal que debía helar su sangre estaba ahora alrededor de ella. Convinimos en que de todos modos nos encontraríamos el viernes siguiente en el sitio convenido. Mientras tanto, y como si fuera tema aparte, y con otra persona, ella lo pensaría. Adiós Adiós, cuídate mucho, Chau. Fin de la conversación.