jueves, 24 de abril de 2008

Por que odio el dansin

10:41 p.m. 04/02/2008 Martes por la mañana. Ya es cerca del medio día. Nathaly, Erika, Jose, Brian (al cual de cariño apodamos "Schevschenko" por su parecido en lo gringo y lo chato al famoso delantero ucraniano) y yo (al que de manera sarcástica, la mancha apodó "Chiki" a pesar de mis mas de dos metros de altura, y mis casi cien kilos de peso) Salíamos de la universidad con destino al edificio "Héroes Anónimos" un viejo reducto para muchas casa de billar y juegos de video. El plan ya está trazado: El juego al que entraríamos este soleado día sería el que fue uno de los tantos juegos a los que me resistí a jugar durante mi pubertad, cuando era un boom entre la gente de mi edad. Me refiero al sempiternamente odiado por mi, Dance Dance Revolution. Conocido simplemente como Dansin'.Volvamos al hueco en Héroes Anónimos: Un segundo piso poco iluminado, lleno de consolas de "pinball". Juegos como Tekken 5, Carreras de todo tipo, y diversas versiones del Dance Rev. pueden verse para donde quiera que yo dirija mi mirada. "Estoy en el infierno pensé". Era el Hades. Un Hades de una hora de duración. Una hora interminente parado en los 4 cuadrados luminosos, los cuales con su intermitencia, me recuerdan lo tortuoso que debe ser usar una cortadora de discoteca a un metro de tu cara. Mi plan, claramente diferenciado del plan general, era simplemente jalarme una silla y ver como hacen el ridículo mis amigos. Que iluso fui. De la misma manera que fue mentalmente arrastrado hacia ese hueco, de la misma manera a los quince minutos estba siendo arrastrado hacia la quimérica máquina, que lanzaba luces y sonidos cual patrullero de circo, y me paraba gritando, me restregaba en la cara, lo que desde que tengo memoria supe: No tengo coordinación. Mis movimientos eran lentos, mi reacción tardía, mi ego era hecho añicos con cada paso, cada combo, cada risa, cada nota de las patéticas canciones de la máquina infernal en la que estaba encaramado. No duré. Cual corredor de maratón que se retira al kilómetro, yo meretiraba, con la intención de no volver. Y así fue. Cuatro días.Esa misma semana. Sábado, a eso de las 6 de la tarde. Cayma. Mundo Mágico.Este no es un hueco, como el de héroes anónimos, pero es el símbolo de otra de mis pesadillas adolescentes. Esta es la Meca del "Pinball" en Arequipa. Una vez más, mi débil voluntad ante la presión del grupo se deja ver. Ahora, somos solo dos hombres, y son tres (¿o eran cuatro?) las mujeres que nos acompañan. Gabriel Sanz, Gabo para los amigos, es el que me acompaña, además está la "Marmo"Sofía Fernández, de 16 y 19 años respectivamente. Para completar están Melanie Reuter, de 16 años, hija de unos misioneros alemanes, ella es peruana de nacimiento. Además está Emely Duche, otra miembro único del grupo. Luego de describir al detalle a mis acompañantes, procederé a describir el castigo al que fui sometido. Lo planteo en una frase de tres palabras, que resume mi sufrimiento: "Hombres contra mujeres". Eso lo dice todo. Si el día anterior estaba considerando seriamente el deber de jugar esto a mis hijos, hoy estaba decidido a que mis nietos serían los que, si querían, algún día jugarían a seguir con sus piernas a determinada velocidad y con ciertas combinaciones de saltos y movimientos lo que en una panatalla una máquina les dicta. No hay juego más estúpido (Me retracto, si lo hay!!!) Y definitivamente, prefiero un millón de veces jugar Pacman junto con toda su saga, a tocar alguna vez el Dansin'.

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